Mientras Werning vuelve a abraza el "modelo formoseño" en Clorinda, queda en evidencia que la crítica en Formosa no es ideológica, sino táctica. Los que se rebelan y luego claudican no cambian de ideas, cambian de conveniencia. Hace menos de un año amenazaba con romper filas. Hoy promete lealtad absoluta al "conductor". En Formosa, la disidencia es solo un guión temporal para acceder a una mejor tajada.
Locales29/04/2025
leonardo fernández acosta
Como quien no quiere la cosa el intendente de Laguna Yema, Nilton Edgar Werning, participó este martes 29 del acto de proclamación del intendente electo de Clorinda, Ariel Caniza, acompañando al gobernador Insfrán. Media cuadra antes, abandonó el estado de sedición contra el modelo para pasar de la firmeza de una rebelión contra el feudalismo a firmar la rendición incondicional.
Werning alguna vez amagó con levantar la voz, pero el eco le devolvió el precio del atrevimiento. Hoy, el sometido intendente, no tan lejos de la épica de la disidencia, se lo vio sonriente y dócil en la asunción del nuevo intendente de Clorinda. Posando para la foto como quien celebra su reincorporación al ejército del gildismo, donde los cargos se otorgan al calor del presupuesto y la disciplina es más valiosa que las ideas.
Sus declaraciones parecen sacadas de un folleto de campaña del peronismo formoseño —es decir, de la oficina de prensa del Gobierno: "Trabajar por los humildes" (traducción simultánea: mantener vivo el sistema clientelar que hace de la falta de pan un voto). "Estar juntos, unidos" (pero eso sí, bajo una sola voluntad: la del eterno gobernador). "Elecciones positivas" (tan positivas como un referéndum en Corea del Norte).
Nada nuevo bajo el sol formoseño. Aquí, el peronismo no se discute, se administra como una empresa familiar, y Werning, tras su momentánea aventura fuera del rebaño, optó por el retorno al redil. ¿Principios? Bien, gracias. Lo importante es seguir cobrando en tiempo y forma.
El intendente de Laguna Blanca, que se muestra en una foto con el vicegobernador, Eber Solis y otros intendentes, tan arrastrados como él, encarna el ciclo completo del opositor conveniente domado: Rebelión testigo: un quejido simbólico en tiempos de vacas flacas. Gestión por WhatsApp: negociaciones discretas para que no se corte la canilla de fondos. Capitis deminutio: vuelta al hogar con la cabeza gacha y una promesa de obediencia eterna.
¿Hubo premio por la lealtad reciclada? No lo sabremos, pero su municipio sigue vivo gracias a la misericordia fiscal del Ejecutivo provincial. Un dato que no es menor, sino estructural: en Formosa, la autonomía municipal es una quimera si no se rinde culto al gobernador.
La historia de Werning desnuda el verdadero motor de la política local: no se trata de convicciones, sino de conveniencias. Las “críticas” son tácticas de presión; las reconciliaciones, acuerdos para no morir en la sequía presupuestaria. Y si hay que besar el anillo para seguir en la mesa, pues se besa.
El "modelo formoseño" que tanto se repite desde el oficialismo no es otra cosa que un sistema donde la disidencia se tolera mientras no sea efectiva, y se castiga apenas intenta poner un pie fuera del molde.
“Cuando nuestro conductor nos llama, hay que estar unidos”, afirmó acomodandosé el pañal para adultos, una frase que, con otro tono, podría estar tallada en mármol en la entrada de cualquier ministerio. Claro que, más que un llamado, esto fue un ultimátum disfrazado de convocatoria fraterna.
¿La próxima rebelión? Quizás llegue cuando el ajuste toque el bolsillo… otra vez. Pero tranquilos: después viene la foto y todo más o menos se acomoda. ¿La próxima oveja descarriada en volver será el intendente de Las Lomitas, Atilio Basualdo? La historia nos muestra que siempre es así.
Leo Fernández Acosta
Lic. en Comunicación Social
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La traición de Ramiro Saavedra no es un hecho aislado ni una sorpresa: es el síntoma perfecto de una generación política criada en la incubadora del gildismo, donde la ética se aprende al revés y la ambición viene preinstalada. Un joven que llegó prometiendo renovación y terminó replicando, con velocidad récord, el vicio estructural de Formosa: vender lealtades como si fueran acciones en un mercado negro de poder.
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