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El pensamiento crítico termina donde empieza el viático: de Kant a Gildo en una hora de vuelo

Del discurso rebelde al alineamiento dócil: los intelectuales que critican a Milei con razón, pero olvidan la represión y el control cuando los recibe un caudillo peronista con recursos públicos y culto a la personalidad.

02/08/2025leonardo fernández acostaleonardo fernández acosta
laudiat
El filósofo Santiago Liaudat y el gobernador Gildo Insfrán posan haciendo la “V” de la victoria, bajo la mirada de Evita y Perón. La postal perfecta del “modelo formoseño”: Estado total, doctrina blindada y culto a la conducción.

El filósofo Santiago Liaudat, docente de la Universidad Nacional de La Plata y de la UTN, llegó a Formosa con la investidura de pensador crítico, pero se fue como un militante más del gildismo. Su visita, promocionada con bombos y platillos por el aparato de prensa oficial, se convirtió en una postal de propaganda que ilustra, como pocas veces, la peligrosa zona gris donde la academia se pone al servicio del poder.

Durante su estadía, Liaudat no visitó una sola pyme, cooperativa, ni emprendimiento independiente. Nada que no tuviera el sello, el logo o el presupuesto del Estado formoseño. Todo ocurrió bajo el ala de organismos públicos: CEDEVA, UPLaB, CIT, UPSTI, hospitales, parques industriales estatales y, por supuesto, la joya en construcción del relato oficial: la fallida "Fermosa Biosiderúrgica". Una escenografía perfectamente montada por el gobierno para mostrarle y hacerle repetir que el Estado es todo. Que fuera del Estado no hay nada. Que Formosa es Gildo, y Gildo es el Estado.

Y Liaudat lo repitió. Con devoción.
"Yo lo admiro a Gildo hace muchos años", dijo ante las cámaras del canal estatal, en una confesión más propia de un converso que de un filósofo. "Hay que recuperar este camino a nivel nacional", sentenció, consagrando al "Modelo Formoseño" como una especie de revelación peronista en tiempos de crisis.

Lo dijo mientras señalaba que "cuando se hacen las cosas bien, la organización aparece". ¿Qué organización? ¿El clientelismo? ¿El aparato de control territorial? ¿El 70% de votos en elecciones donde no hay prensa libre, ni Poder Judicial independiente, ni competencia real? Todo eso, para Liaudat, es doctrina. Planificación estratégica. Soberanía.

Nadie le preguntó, claro, quién pagó los pasajes, la estadía, los viáticos, las visitas guiadas. Pero es evidente: Liaudat vino financiado por el propio gobierno al que ahora ensalza con fervor cuasi religioso. Un académico de izquierda, defensor de la ciencia como bien público, convertido en animador de una provincia donde la ciencia depende del dedo del gobernador, donde no hay autonomía universitaria real, ni investigación sin alineamiento político.

Ahora bien, hay un elemento que no se puede obviar: Liaudat no actúa como un intelectual neutral. Es un opositor abierto al actual gobierno nacional y al proyecto libertario de Javier Milei. Desde la Mesa Federal por la Ciencia y la Tecnología, viene denunciando con firmeza el desguace del sistema científico argentino. Acusa al gobierno de llevar adelante un verdadero “cientificidio”, de recortar presupuestos, despedir investigadores, desjerarquizar ministerios, destruir capacidades estratégicas acumuladas en áreas como el CONICET, el INVAP, el sector nuclear, espacial o bioindustrial. Su crítica es coherente con su defensa del conocimiento como herramienta de soberanía nacional.

Pero lo que sorprende y preocupa, es la forma en que esa crítica al libertarismo se convierte, sin escala intermedia, en una adhesión ciega a un régimen provincial que representa el extremo opuesto, igual de autoritario, pero bajo ropaje peronista. Como si la única alternativa a la motosierra fuera el caudillismo de Estado total.

Liaudat no es ingenuo. Sabe muy bien que Formosa no es un laboratorio democrático. Sabe que allí no hay debate de ideas, ni pluralismo, ni prensa libre. Que la ciencia, la educación, la tecnología y hasta la filosofía responden a una lógica vertical y cerrada. Pero aun así, elige prestarse a la farsa de la vitrina estatal, mientras evita cuidadosamente todo lo que no esté bajo control político.

No es la primera vez que la dictadura feliz de Formosa se rodea de intelectuales para legitimar su modelo. La estrategia es simple: traer a alguien con credenciales, mostrarle la escenografía de cartón pintado, alimentarlo con discursos épicos, y devolverlo a Buenos Aires para que predique las virtudes del caudillo norteño que derrotó a Milei con el 70%.

El problema no es solo Liaudat, ni siquiera Insfrán. El problema es el uso cínico de la palabra “modelo” para encubrir un feudalismo con wifi, una maquinaria estatal hipertrofiada y cerrada sobre sí misma, que suprime toda forma de iniciativa privada, disidencia política o autonomía real.

La filosofía, decía Kant, era el ejercicio de la razón pública. En Formosa, al parecer, la razón pública se alquila con fondos oficiales. Y a veces, se aplaude de pie.

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