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La nueva generación de viejos traidores: otro panqueque en LLA Formosa y van...

La traición de Ramiro Saavedra no es un hecho aislado ni una sorpresa: es el síntoma perfecto de una generación política criada en la incubadora del gildismo, donde la ética se aprende al revés y la ambición viene preinstalada. Un joven que llegó prometiendo renovación y terminó replicando, con velocidad récord, el vicio estructural de Formosa: vender lealtades como si fueran acciones en un mercado negro de poder.

Locales10/12/2025leonardo fernández acostaleonardo fernández acosta
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La mesa chica del poder viejo: Saavedra sellando su alineamiento con los nombres que hicieron del Concejo un decorado.

Hay algo más triste que un político viejo robando: un joven aprendiéndole rápido las mañas. Y lo que pasó con Ramiro Saavedra es el ejemplo perfecto del problema estructural que venimos señalando hace tiempo: la reproducción acelerada del oportunismo. Ya no hace falta una larga carrera para convertirse en traidor profesional; algunos llegan con el diploma puesto desde la cuna.

Ramiro Saavedra, hijo de Jorge Saavedra, empresario supuestamente ligado como proveedor del Estado durante el gobierno gildista desembarcó en La Libertad Avanza como una “promesa”, acompañado por esa nube de desconfianza que muchos periodistas ya teníamos. Porque cuando uno viene de hacer negocios con el poder, no llega inocente a la política: llega entrenado. Pero LLA necesitaba financiamiento y los Saavedra lo tenían, las advertencias fueron al tacho de la basura.

Y hoy, a las pruebas nos remitimos. No había que adivinar nada. Lo dijimos mil veces: La Libertad Avanza se estaba llenando de buscas. Algunos se sorprendieron, otros no querían verlo. Pero la realidad es insistente: todo lo que se intenta tapar con globos y discursos motivacionales termina explotando.

Ramiro Saavedra no tardó ni dos segundos en traicionar al espacio que lo llevó al Concejo Deliberante. Ni uno. Apenas asumió, ya estaba alineado con el presidente del cuerpo, Darío Di Martino, otro beneficiario histórico de la cartelización de la obra pública de Insfrán y con la vicepresidenta, María del Carmen “Peto” Argañaraz, emblema del nuevo patrimonio emergente de su corta carrera como política. Ramiro fue electo por La Libertad Avanza, pero negoció el sillón de la vicepresidencia segunda con los dueños del ecosistema político que lo vio crecer: los mismos con quienes su familia ha hecho negocios desde siempre.

¿Sorprende? No. ¿Indigna? Sí. Porque mientras Mattia Canepa, Patricio Evans y Macarena Romero armaban un bloque de La Libertad Avanza para empezar el trabajo legislativo, Saavedra se dedicaba a algo mucho más antiguo: acordar con quienes manejan la caja.

Esto no es un error. No es un mal paso. No es inexperiencia. Es un plan. De antemano. Una jugada previamente diseñada entre padre e hijo, entre empresarios que aprendieron que la política, manejada al estilo gildista, es el mejor negocio de la plaza. Y acá no hablamos de rumores: hablamos de trayectorias, de vínculos, de antecedentes que cualquiera que haya pisado una redacción en Formosa conoce de memoria.

La reflexión que se desprende de este episodio es devastadora: la juventud política que está llegando no viene a cambiar nada; viene a reproducir lo peor. Sin ética, sin responsabilidad, sin principios. Jóvenes viejos. Jóvenes vetustos. Jóvenes con un prontuario moral precoz. “¡Es la escuela del peronismo estúpido!”

Desde que LLA empezó a aparecer en la política, llovieron las advertencias respecto de que el espacio liberal estaba abriéndo la puerta para que entrara cualquier oportunista. Algunos nos sorprendieron para bien; otros, como Saavedra, apenas levantaron la cortina y mostraron exactamente lo que son. No es que “mostraron la hilacha”. No. Mostraron el traje completo: el del chanta profesional.

Ramiro Saavedra y su padre son, en definitiva, estafadores de la voluntad popular. Y no lo digo como insulto, sino como descripción técnica: usaron un partido para llegar a un cargo y, una vez conseguido, lo vendieron al mejor postor. Punto.

¿Y qué se puede hacer? Nada. Más que mirarnos al espejo como sociedad. Porque esto no es sólo Saavedra. Esto es el producto natural de 30 años de gildismo, donde la política dejó de ser un servicio público y se convirtió en una franquicia de enriquecimiento personal. Un molde que sigue produciendo la misma mercancía humana: individuos sin decencia que saben que la opinión pública es apenas un decorado.

Dicho sea de paso, donde están ¿Dónde están hoy esos pibes libertarios y de cualquier partido que posaban sonrientes con Ramiro, globos en mano, gritándole “nuevo referente”?¿Acaso no son los mismos que defendieron al “panqueque” gildista del diputado nacional, Gerardo González?

La Libertad Avanza, la vieja generación sigue manteniendo en las estructuras del gobierno nacional, a militantes gildistas que encima cobran sueldos nacionales y de la provincia. Incompatibles, caballitos de Troya y pensando en cuanto llevarse al morral antes de perder el lugar en la cueva de militantes.

Bueno, ahí tienen. El “nuevo” resultó ser igual —o peor— que los de siempre. Bienvenidos al eterno retorno de la política formoseña.

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