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Pedalear hacia la equidad: Insfrán sigue midiendo la educación por m2 y les habla a niños de seis años sobre narcotráfico

Niños de primaria como decorado, militantes como público real y el recreo escolar como tribuna partidaria. Habló de paranoia política, denuncias delirantes sobre narcotráfico y una meritocracia distorsionada donde la pobreza es glorificada y la épica del “champion roto” ahora disfraza el cinismo de un hipermillonario que aún se presenta como vocero de los pobres.

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El eterno gobernador sonríe ante las cámaras, mientras Formosa sigue siendo el patio trasero del narcotráfico y la pobreza crónica

El gobernador Gildo Insfrán volvió a hacer gala de su elocuencia en una inauguración escolar en Herradura. Denunció que en la Capital Federal no hay justicia social porque las escuelas son privadas, mientras que en Formosa, donde todos tienen “igualdad de oportunidades”, los alumnos tienen que hacer tres kilómetros en bicicleta para acceder al secundario más cercano. Un Gildo del pueblo, que propone pedalear hacia la equidad.

Pero el momento estelar del sermón llegó con su habitual grito contra el gobierno nacional. Insfrán, con el pecho inflado y la lengua suelta, acusó a Milei de querer hacer de la Argentina un centro de “narcotráfico y lavado de dinero financiero”.

Lo dijo sin ruborizarse, como si no gobernara desde hace casi 30 años una provincia que es una de las principales puertas de entrada de marihuana del Paraguay al país. Formosa, con sus rutas porosas, sus controles ausentes y sus zonas liberadas por complicidad o desidia, es territorio ideal para las mulas, los traficantes y los camiones con doble fondo. Pero el gobernador se sube al atril y habla de narcotráfico como si su administración no tuviera nada que ver.

Pero no todo fue furia contra el "enemigo porteño". También hubo espacio para la nostalgia de infancia con "championes" guardados solo para ir a la escuela ¡una ternura! y para la épica local: los alumnos de Formosa superaron en las pruebas Aprender a los de la CABA. Eso, según el gobernador, es directamente un sacrilegio para el centralismo porteño que por supuesto se habrán tomado una micromilésima de segundo para leer semejante estadística y continuar con su vida.

Harvard con chipa

Eso sí: a la señora que pidió una escuela secundaria en el barrio, le respondió que no, pero con dulzura. Que no da la matrícula, que mejor que se organice con una bici y que si ella terminó la primaria de grande, ya va en camino a la Universidad de Laguna Blanca, que según él, es casi una Harvard con chipa. La igualdad de oportunidades, versión formoseña: sin secundarios suficientes, pero con discursos eternos.

El modelo formoseño es un "sello", una marca registrada que, le guste a quien le guste, sigue vigente. Igual que su gobernador. Como siempre, Gildo no habló de reelecciones ni de caudillismo. Porque en Formosa, la democracia tiene una sola herramienta: el voto. Y si el voto lo sigue eligiendo a él, bueno, debe ser que la bicicleta como política educativa tiene más llegada que el subte de la CABA.

La pobreza es virtud

Claro que ese voto no es libre ni espontáneo: es cautivo, cooptado por décadas de asistencialismo, miedo y dependencia. Un voto administrado con bolsones, contratos públicos, amenazas veladas y la trampa legal del sistema de lemas, una herramienta diseñada para que siempre gane el mismo. Pero en el relato de Gildo, la voluntad popular es sagrada siempre que lo consagre a él.

Porque el eterno gobernador es un equilibrista del relato: puede empezar hablando por ejemplo de unas zapatillas champion , símbolo de esfuerzo rural y carencias de antaño y terminar culpando al presidente por abrirle la puerta al narcotráfico internacional. Por supuesto el hilo conductor es el más conveniente para su narrativa: que todo lo malo pasa afuera de Formosa y que todo lo bueno ocurre gracias al “modelo formoseño”.

En su discurso, mezcla la nostalgia de la pobreza digna (“nos sacábamos el champión y andábamos descalzos”)
con el heroísmo del sacrificio escolar en el campo (“la secundaria estaba a 70 km”) para desembocar en una denuncia grandilocuente contra el blanqueo de capitales narcos, dicho insólitamente en una escuela primaria.

Es una ensalada ideológica donde el drama personal, la mística peronista, la paranoia geopolítica y el adoctrinamiento partidario se revuelven en un solo plato. Porque en el “modelo formoseño”, los niños no aprenden sobre ciencia o arte, aprenden que la pobreza es virtud, que las fronteras las descuida Nación y que votar al oficialismo es salvar la patria del narcoimperialismo aunque no tengan escuela secundaria cerca.

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