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No se retracta quien investiga: la carta documento como amenaza del poder y método de censura preferido por Insfrán

Amenazas judiciales, memoria selectiva y obediencia rentada: cuando los derechos humanos se usan como escudo para encubrir al poder, el periodismo tiene la obligación de incomodar, aunque duela. No me retracto ni cedo ante otro ataque más del gobierno de Gildo Insfrán.

Locales22/07/2025 Por Leonardo Fernández Acosta | Formosa Investiga
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5 de marzo de 2021. Más de 100 detenidos, menores desaparecidos por horas, balas de goma y gases vencidos contra manifestantes desarmados. Mientras Lenscak callaba, nosotros estábamos ahí. El periodismo no se esconde.

No es la primera amenaza que recibo por ejercer el periodismo en Formosa. Tampoco será la última. Desde hace años, el régimen de Gildo Insfrán ha hecho de la justicia provincial un instrumento de censura: cartas documento, demandas penales, presiones, aprietes disfrazados de legalidad. Todo con un objetivo claro: disciplinar a quienes no aplauden.

Ahora, uno de los operadores más obedientes del sistema, Juan Eduardo Lenscak, exreferente de derechos humanos devenido en vocero oficialista, me exige retractarme por denunciar su rol funcional al poder. Pero el periodismo no se arrodilla ante quienes cambiaron memoria por contratos. No me retracto. Porque señalar al que encubre, aunque haya sido víctima, también es defender los derechos humanos.

La misiva pretende que me retracte por haber escrito lo que escribí. Exige que borre una nota de Formosa Investiga, la haga desaparecer de los buscadores y, como si no bastara, me prohíbe volver a referirme a su persona, su familia o a las víctimas del terrorismo de Estado en Formosa. La amenaza es clara: o me callo, o me demandan.

"Pero en esta provincia, donde el poder se hereda, la prensa se alquila y la memoria se vende al mejor postor, callarse es traicionar".

La nota en cuestión, publicada el 6 de julio, se titula “Derechos Humanos con franquicia: Lenscak y otros referentes transformaron su condición de víctimas en un negocio estatal”. En ella se analiza el derrotero político, institucional y ético de algunos exreferentes de derechos humanos en Formosa que, lejos de conservar una postura crítica y coherente con su historia, hoy justifican las violaciones a los derechos humanos cometidas por el gobierno provincial.

La carta dice que la nota es “falsa, infamante y tergiversada”. Sin embargo, no niega ni un solo dato. No desmiente que Lenscak haya sido funcionario, que haya defendido los centros de aislamiento en pandemia, que haya respaldado públicamente al régimen feudal que nos gobierna hace más de tres décadas. No puede.

"Lo que molesta no es la mentira: es la verdad dicha sin eufemismos. Lo que enfurece no es la difamación, sino el uso de la memoria como escudo para blindar privilegios".

 Hay algo profundamente preocupante en el tono de la carta: el intento de erigirse en víctima inmaculada e incuestionable, bajo la excusa de haber sido víctima real décadas atrás. Pero haber padecido la represión no otorga impunidad política. No convierte al exdetenido en intocable. Y mucho menos lo habilita a encubrir nuevos abusos desde un púlpito universitario o una tribuna estatal.

Porque mientras en Formosa se encerraban familias en estadios, se separaban niños de sus padres, se silenciaban comunidades enteras y se blindaban los datos oficiales, los “referentes” del modelo miraban para otro lado. Algunos, como Lenscak, justificaban. ¿Hace falta recordar el hacinamiento de más de 700 personas en el estadio Cincuentenario, la llegada del Secretario de DDHH del kirchnerismo y la defensa de Lenscak de estos verdaderos campos de detención ilegal de formoseños como política sanitaria de Insfrán ante la pandemia?

Es necesario dejarlo en claro: en ningún momento se revictimiza a los verdaderos perseguidos por la dictadura militar. Esa etapa negra de la historia argentina merece memoria, justicia y reparación. Lo que se denuncia en la nota es el modo en que algunos, al menos aquellos con varios cargos, sueldos y micrófonos estatales, han convertido esa condición pasada en una franquicia política funcional al poder. La crítica es ética y política, no personal ni despectiva. Se dirige a quienes, con pasado de lucha, hoy encubren presentes de sumisión.

¿Eso también hay que callarlo por respeto a su pasado? ¿Desde cuándo la memoria es un blindaje ante la crítica?

El periodismo no está para aplaudir, ni para complacer, ni para redactar esquelas de homenaje. Está para incomodar, para señalar contradicciones, para hacer preguntas incómodas, incluso a quienes alguna vez fueron referentes del bien y hoy se han convertido en instrumentos del poder.

La nota de Formosa Investiga no injuria. Opina, analiza y cuestiona. Habla de hechos públicos, de declaraciones públicas, de cargos públicos. Y lo hace desde el ejercicio constitucional de la libertad de prensa, ese derecho que tantos dicen defender… hasta que les toca ser señalados.

Por eso, no me retracto. Porque retractarse sería renunciar al periodismo como herramienta de memoria.

Y para que no queden dudas: Juan Eduardo Lenscak no sólo justificó los encierros masivos durante la pandemia, sino también la represión directa. Guardó silencio cuando la policía provincial golpeó, persiguió y detuvo a manifestantes pacíficos que reclamaban por sus derechos. Justificó el hacinamiento, la segregación y el trato indigno en los centros de aislamiento. Incluso respaldó, con sus declaraciones públicas, el accionar brutal del Estado contra comunidades originarias, trabajadores precarizados y ciudadanos que simplemente pedían volver a sus casas.

Cuando Insfrán ordenó reprimir, Lenscak calló. O peor: lo defendió.

Ese silencio es cómplice. Esa justificación es política. Y ese alineamiento con el autoritarismo no puede pasar como una nota al pie. Porque los derechos humanos no son un bien con franquicia: o se defienden siempre, o se trafican como mercancía del poder.

Porque borrar lo escrito sería traicionar la libertad de expresión que, aunque muchos hayan olvidado, también es un derecho humano. Y porque si en Formosa todavía se puede escribir con nombre y apellido, aunque sea bajo amenaza, entonces no todo está perdido.

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