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Reescriben la historia, borran a los héroes y pasan lista al saqueo de 30 años en la obra pública

La reforma constitucional borra del mapa a los caídos del 5 de octubre, canoniza al PAIPPA como modelo productivo y consagra como “causas provinciales” a un catálogo de obras fantasmas financiadas pero nunca ejecutadas. Todo con el mismo gobernador y el mismo verso.

Locales05/08/2025leonardo fernández acostaleonardo fernández acosta
edgar
Con la mano en el corazón y los ojos en el presupuesto, Edgar Pérez reformó la historia y santificó el modelo del olvido y la corrupción.

En el uso de la palabra el convencional constituyente Edgar Adrián Pérez no se quedó atrás con los delirios que se empezaban a anticipar en la reunión del lunes pasado. Esto no hizo más que confirmar lo que se sospechaba: que en la Convención Constituyente de Formosa, la hipocresía no solo se tolera, sino que se eleva a rango constitucional. Desde la tribuna, en representación del bloque justicialista, el operador del gildismo se lanzó a hablar de "soberanía", "causas nacionales y provinciales", "reparación histórica" y “obras estratégicas”, en un discurso tan ampuloso como vergonzante, que pretende ocultar bajo una lluvia de palabras el fracaso de tres décadas de gobierno del mismo hombre.

Lo más grave, sin embargo, no está en lo que dijo, sino en lo que decidió no decir. Pérez se jactó de que “la causa Malvinas” será incorporada al nuevo texto constitucional como “una causa irrenunciable, imprescriptible para el pueblo formoseño”. En sus palabras: “La patria no se vende, la soberanía nacional no se negocia”, para inmediatamente agregar: “hoy más que nunca la sostenemos en nuestra Constitución como una causa irrenunciable”.

Pero en ese gesto simbólico, justo, pero incompleto, omitió de manera deliberada a los héroes formoseños del 5 de octubre de 1975, cuando un comando montonero atacó el Regimiento de Infantería de Monte 29. Donde varios soldados y un oficial fueron asesinados. Murieron defendiendo suelo argentino, en la propia Formosa, pero para Edgar Pérez y para el modelo que representa, esa sangre no cuenta, no sirve, no encaja. Esos soldados no fueron héroes, sino daños colaterales de una historia que el kirchnerismo reescribió a su conveniencia.

No se trata de un olvido. Se trata de una exclusión planificada, ideológica, y cobarde. ¿Cómo van a incluir en la Constitución provincial a quienes resistieron el terrorismo armado de la agrupación política que luego formó parte del kirchnerismo? ¿Cómo van a reivindicar a los caídos por la patria si eso implica enfrentar su propio relato? La reforma, entonces, no busca honrar la memoria, sino manipularla. Y en ese revisionismo selectivo, los muertos del 5 de octubre son una piedra incómoda.

Tampoco es casual que, mientras se llena la boca hablando de soberanía, Pérez no mencione que los verdaderos excombatientes de Malvinas en Formosa todavía siguen esperando una ley provincial que los reconozca, los acompañe, los dignifique. Que siguen peleando por un resarcimiento o al menos una pensión mínima. Que son ignorados por el mismo Estado provincial que ahora los usa como excusa para escribir frases altisonantes en la Constitución.

Se autoperciben patriotas por sesionar en la convencional constituyentes, pero no les tiembla la mano para dejar a los héroes formoseños afuera de la historia oficial. Se llenan la boca de soberanía mientras condenan al olvido a quienes la defendieron. Es un acto de falsificación institucional. Una estafa a la memoria colectiva.

Y como si eso no fuera suficiente, Pérez volvió a desempolvar otro de los grandes mitos fundantes del gildismo: la famosa “reparación histórica”. En su discurso dijo, sin despeinarse: “Ha sido el acta de reparación histórica firmada en 2003 entre el entonces presidente Néstor Kirchner y nuestro gobernador Gildo Insfrán, la que permitió como herramienta darle el impulso necesario al modelo formoseño”.

Claro, lo que Pérez no cuenta es que nadie sabe adónde fueron a parar esos fondos multimillonarios. Que esa “reparación” fue, en los hechos, una chequera sin control entregada al poder más feudal del país. Si Kirchner estuviera vivo, probablemente hoy enfrentaría las mismas causas judiciales que acorralan a su esposa. El “impulso al modelo formoseño” no fue otra cosa que el financiamiento de una maquinaria de poder y sometimiento, con la cual Insfrán colonizó la política, la justicia, los gremios, la prensa y hasta los estómagos de los pobres.

¿Y qué hizo Pérez con esa plata o sus socios en la épica histórica relatada de la boca para fuera? ¿Qué hicieron? Prometer obras. Prometer desarrollo. Prometer agua, gas, trenes, caminos. Y veinte años después, sigue prometiendo lo mismo.

En su apología del verso, Pérez se atrevió a decir: “Estas causas provinciales hablan claramente de las obras estratégicas e imprescindibles que necesita el pueblo de Formosa para alcanzar el crecimiento y el desarrollo con inclusión”. Pero basta mirar el mapa de las promesas incumplidas para entender que ni escalar el Everest es tan difícil como desarrollarse en Formosa bajo el régimen de Insfrán.

Pérez enumera una y otra vez las mismas obras: el acueducto, el gasoducto, el ramal ferroviario C-25, la reactivación industrial. Y dice, como si nadie recordara el pasado: “Este proyecto hídrico va a cambiar para siempre la matriz productiva de Formosa”. ¿Cuántas veces escuchamos esa frase? ¿Cuántas veces se anunció el mismo gasoducto? ¿Cuántos presupuestos se aprobaron para esa autovía que jamás se terminó? Algunas de estas obras fueron financiadas parcialmente, otras jamás pasaron de la maqueta digital. Pero todas, sin excepción, sirvieron como pantallas de corrupción.

Lo que Pérez presenta como un catálogo de logros, es en realidad el prontuario de la ineficiencia planificada y del choreo impune. Y lo hace con el mismo tono con el que un gerente justifica su bono anual mientras la empresa quiebra.

Y no podía faltar el momento más miserable: la glorificación del PAIPPA y los programas clientelares, como si fueran motores de desarrollo. Dijo, con total desparpajo: “El modelo formoseño se ha caracterizado por generar políticas públicas a partir de la planificación estratégica”. Pero esa planificación estratégica consiste en una sola cosa: mantener al pobre empobrecido y dependiente, que el productor reciba una bolsa de maíz a cambio de su voto, que la necesidad se vuelva contrato electoral.

En su arenga final, Pérez sostuvo que la incorporación de estas obras y causas en la Constitución es para que “no venga nadie de afuera a decir cómo debe desarrollarse Formosa”. Pero lo que realmente dice esa frase es otra cosa: que nadie de afuera venga a controlar, a auditar, a preguntar, a investigar. Que los formoseños sigamos encerrados en el feudo.

Por eso este discurso no puede pasar como una simple intervención legislativa. Es un documento fundacional del cinismo institucionalizado. Es la prueba de cómo se manipula la memoria, se vacía el patriotismo y se canoniza la corrupción como política de Estado. Edgar Pérez habló de soberanía, pero lo único que defendió fue el negocio de la impunidad.

Y cuando menciona a los héroes, los convierte en rehenes de su relato. Porque si hay algo que no se vende, ni se negocia, es la memoria de los que dieron su vida por la Patria. Y esa, señor convencional, ustedes ya la traicionaron.

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