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Nuevo País impulsa la Boleta Única, pero el gildismo solo saca más votos cuando más oscuro es el sistema

Mientras en el país se celebra el éxito del nuevo sistema de Boleta Única de Papel, en Formosa el oficialismo se aferra a la trampa más vieja del poder: la Ley de Lemas. Nuevo País presentó un proyecto para derogar ese mecanismo perverso que desvirtúa la voluntad popular, pero en la Legislatura gildista las iniciativas que buscan transparencia tienen siempre el mismo destino: el tacho de la basura.

Locales30/10/2025leonardo fernández acostaleonardo fernández acosta
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La Boleta Única de Papel, símbolo de transparencia y fin del clientelismo, es el voto que el gildismo no quiere.

El éxito del debut de la Boleta Única de Papel en distintas provincias argentinas y su creciente aceptación social no deja lugar a dudas: la ciudadanía pide elecciones limpias, rápidas y sin trampas. Pero en Formosa, modernizar el sistema electoral equivale a proponerle a Corea del Norte que adopte la democracia liberal.

El bloque de Nuevo País presentó un proyecto de ley para que la provincia adhiera a la Boleta Única de Papel, derogando de una vez la maldita Ley de Lemas con la que Gildo Insfrán lleva décadas distorsionando la voluntad popular. La propuesta es clara: garantizar un voto libre, transparente y sin manipulación, donde cada ciudadano elija sin presiones, sin robo de boletas, sin clientelismo y sin trampas.

Sin embargo, la historia reciente demuestra cómo terminan en Formosa los proyectos superadores: sepultados bajo la obediencia automática de una mayoría legislativa que vota sin pensar, que no debate, que no escucha. Porque la transparencia no es parte del modelo gildista. Su poder se sostiene en la oscuridad, en la confusión del sistema, en los bolsazos y las dádivas, en la estructura de acarreo que convierte la miseria en disciplina electoral.

El oficialismo sabe que cuanto menos transparente es el sistema, más votos saca Insfrán. Los números lo prueban: cuando el proceso electoral es más claro y controlable, los porcentajes del caudillo disminuyen. Cuando hay más exposición del fraude, como ocurrió en la escuela del Barrio Namqom, la maquinaria del poder queda desnuda.

La Boleta Única no solo ordena y agiliza el acto electoral: devuelve dignidad al votante. Le quita al puntero la posibilidad de controlar, al caudillo la de comprar voluntades y al aparato estatal la de manipular los resultados. Por eso no la quieren. Porque un voto limpio es una amenaza al régimen.

En casi todo el país, el debate sobre la Boleta Única se da como un paso hacia la modernidad. En Formosa, en cambio, parece una ofensa al feudo. Modernizar el voto sería romper la lógica del sometimiento que el gildismo perfeccionó durante treinta años.

Por eso, mientras la Argentina avanza hacia sistemas más eficientes, en Formosa la maquinaria de la servidumbre electoral sigue intacta. El voto, aquí, todavía se reparte en bolsas, se cuenta con miedo y se gana con plata.

La Boleta Única de Papel no es solo un papel. Es una declaración de principios.
Y en Formosa, los principios —como los proyectos de ley que buscan transparencia— todavía no tienen mayoría.

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